MORAL Y ECONOMÍA.
330. La doctrina social de la Iglesia insiste en la connotación moral de la
economía. Pío XI, en un texto de la encíclica Quadragesimo anno, recuerda la
relación entre la economía y la moral: « Aun cuando la economía y la disciplina
moral, cada cual en su ámbito, tienen principios propios, a pesar de ello es
erróneo que el orden económico y el moral estén tan distanciados y ajenos entre
sí, que bajo ningún aspecto dependa aquél de éste.
Las leyes llamadas económicas, fundadas sobre la naturaleza de las cosas y
en la índole del cuerpo y del alma humanos, establecen, desde luego, con toda
certeza qué fines no y cuáles sí, y con qué medios, puede alcanzar la actividad
humana dentro del orden económico.
331. La relación entre moral y economía es necesaria e intrínseca: actividad
económica y comportamiento moral se compenetran íntimamente. La necesaria
distinción entre moral y economía no comporta una separación entre los dos
ámbitos, sino al contrario, una reciprocidad importante. Así como en el ámbito moral se deben tener en cuenta las razones y las
exigencias de la economía, la actuación en el campo económico debe estar
abierta a las instancias morales.
La moral, constitutiva de la vida económica, no es ni contraria ni
neutral: cuando se inspira en la justicia y la solidaridad, constituye un factor
de eficiencia social para la misma economía.
332. La dimensión moral de la economía hace entender que la eficiencia
económica y la promoción de un desarrollo solidario de la humanidad son
finalidades estrechamente vinculadas, más que separadas o alternativas. La moral, constitutiva de la vida económica, no es ni contraria ni
neutral: cuando se inspira en la justicia y la solidaridad, constituye un factor
de eficiencia social para la misma economía.
La expansión de la riqueza, visible en la disponibilidad de bienes y
servicios, y la exigencia moral de una justa difusión de estos últimos deben
estimular al hombre y a la sociedad en su conjunto a practicar la virtud
esencial de la solidaridad,694 para combatir con espíritu de justicia y de
caridad, dondequiera que existan, las « estructuras de pecado.
333. Para asumir un perfil moral, la actividad económica debe tener como
sujetos a todos los hombres y a todos los pueblos. Todos tienen el derecho de participar en la vida económica y el deber de
contribuir, según sus capacidades, al progreso del propio país y de la entera familia
humana. Si, en alguna medida, todos son responsables de todos, cada uno tiene
el deber de comprometerse en el desarrollo económico de todos: El esfuerzo de
concebir y realizar proyectos económico-sociales capaces de favorecer una
sociedad más justa y un mundo más humano representa un desafío difícil, pero
también un deber estimulante, para todos los agentes económicos y para quienes
se dedican a las ciencias económicas.
334. Objeto de la economía es la formación de la riqueza y su incremento
progresivo, en términos no sólo cuantitativos, sino cualitativos: todo lo cual
es moralmente correcto si está orientado al desarrollo global y solidario del
hombre y de la sociedad en la que vive y trabaja. El desarrollo, en efecto, no puede reducirse a un mero proceso de
acumulación de bienes y servicios. Al contrario, la pura acumulación, aun
cuando fuese en pro del bien común, no es una condición suficiente para la
realización de la auténtica felicidad humana.
335. En la perspectiva del desarrollo integral y solidario, se puede
apreciar justamente la valoración moral que la doctrina social hace sobre la
economía de mercado, o simplemente economía libre: « Si por “capitalismo” se entiende un sistema económico que reconoce el papel
fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propiedad privada y de
la consiguiente responsabilidad para con los medios productivos, de la libre
creatividad humana en el sector de la economía, la respuesta es ciertamente
positiva, aunque quizá sería más apropiado hablar de “economía de empresa”,
“economía de mercado” o simplemente de “economía libre”.
INICIATIVA PRIVADA Y EMPRESA.
336. La doctrina social de la Iglesia considera la libertad de la persona en
campo económico un valor fundamental y un derecho inalienable que hay que
promover y tutelar: « Cada uno tiene el derecho de iniciativa económica, y
podrá usar legítimamente de sus talentos para contribuir a una abundancia
provechosa para todos, y para recoger los justos frutos de sus esfuerzos.
En este sentido, la libre y responsable iniciativa en campo económico
puede definirse también como un acto que revela la humanidad del hombre en
cuanto sujeto creativo y relacional. La iniciativa económica debe gozar, por
tanto, de un espacio amplio.
337. La dimensión creativa es un elemento esencial de la acción humana,
también en el campo empresarial, y se manifiesta especialmente en la aptitud
para elaborar proyectos e innovar: « Organizar ese
esfuerzo productivo, programar su duración en el tiempo, procurar que
corresponda de manera positiva a las necesidades que debe satisfacer, asumiendo
los riesgos necesarios: todo esto es también una fuente de riqueza en la
sociedad actual. Así se hace cada vez más evidente y determinante el papel del trabajo humano, disciplinado
y creativo, y el de las capacidades de
iniciativa y de espíritu emprendedor, como parte esencial del mismo
trabajo.
a) La empresa y sus fines.
338. La empresa debe caracterizarse por la capacidad de servir al bien común
de la sociedad mediante la producción de bienes y servicios útiles. En esta producción de bienes y servicios con una lógica de eficiencia y de
satisfacción de los intereses de los diversos sujetos implicados, la empresa
crea riqueza para toda la sociedad: no sólo para los propietarios, sino también
para los demás sujetos interesados en su actividad. Además de esta función típicamente
económica, la empresa desempeña
también una función social, creando oportunidades de encuentro, de
colaboración, de valoración de las capacidades de las personas implicadas.
El objetivo de la empresa se debe llevar a cabo
en términos y con criterios económicos, pero sin descuidar los valores
auténticos que permiten el desarrollo concreto de la persona y de la sociedad.
339. Los componentes de la empresa deben ser conscientes de que la comunidad
en la que trabajan representa un bien para todos y no una estructura que
permite satisfacer exclusivamente los intereses personales de alguno.
Un ejemplo muy importante y significativo en la
dirección indicada procede de la actividad de las empresas cooperativas, de la
pequeña y mediana empresa, de las empresas artesanales y de las agrícolas de
dimensiones familiares.
340. La doctrina social reconoce la justa función del beneficio, como primer
indicador del buen funcionamiento de la empresa: « Cuando una empresa da beneficios significa que los factores productivos
han sido utilizados adecuadamente ». Esto no puede hacer olvidar el hecho que no siempre el beneficio indica que la
empresa esté sirviendo adecuadamente a la sociedad.
Es indispensable que, dentro de la empresa, la
legítima búsqueda del beneficio se armonice con la irrenunciable tutela de la
dignidad de las personas que a título diverso trabajan en la misma.
341. Si en la actividad económica y financiera la búsqueda de un justo
beneficio es aceptable, el recurso a la usura está moralmente condenado: « Los traficantes cuyas prácticas usurarias y mercantiles provocan el
hambre y la muerte de sus hermanos los hombres, cometen indirectamente un
homicidio.
342. La empresa se mueve hoy en el marco de escenarios económicos de
dimensiones cada vez más amplias, donde los
Estados nacionales tienen una capacidad limitada de gobernar los rápidos
procesos de cambio que afectan a las relaciones económico-financieras internacionales;
esta situación induce a las empresas a asumir
responsabilidades nuevas y mayores con respecto al pasado.
b) El papel del empresario y del
dirigente de empresa.
343. La iniciativa económica es expresión de la inteligencia humana y de la
exigencia de responder a las necesidades del hombre con creatividad y en
colaboración. En la creatividad y en la
cooperación se halla inscrita la auténtica noción de la competencia
empresarial: un cum-petere, es
decir, un buscar juntos las soluciones más adecuadas para responder del modo más
idóneo a las necesidades que van surgiendo progresivamente.
En este proceso están implicadas importantes virtudes, como son la
diligencia, la laboriosidad, la prudencia en asumir los riesgos razonables, la
fiabilidad y la lealtad en las relaciones interpersonales, la resolución de
ánimo en la ejecución de decisiones difíciles y dolorosas, pero necesarias para
el trabajo común de la empresa y para hacer frente a los eventuales reveses de
fortuna.
344. El papel del empresario y del dirigente revisten una importancia
central desde el punto de vista social, porque se sitúan en el corazón de la
red de vínculos técnicos, comerciales, financieros y culturales, que
caracterizan la moderna realidad de la empresa.
Los empresarios y los dirigentes no pueden
tener en cuenta exclusivamente el objetivo económico de la empresa, los
criterios de la eficiencia económica, las exigencias del cuidado del « capital
» como conjunto de medios de producción: el respeto concreto de la dignidad
humana de los trabajadores que laboran en la empresa, es también su deber preciso.
345. La doctrina social insiste en la necesidad de que el empresario y el
dirigente se comprometan a estructurar la actividad laboral en sus empresas de
modo que favorezcan la familia, especialmente a las madres de familia en el ejercicio de sus tareas; que secunden,
a la luz de una visión integral del hombre y del desarrollo, la demanda de
calidad « de la mercancía que se produce y se consume.
INSTITUCIONES ECONÓMICAS AL SERVICIO
DEL HOMBRE.
346. Una de las cuestiones prioritarias en economía es el empleo de los
recursos, es decir, de todos aquellos bienes y servicios a los que los sujetos
económicos, productores y consumidores, privados y públicos, atribuyen un valor
debido a su inherente utilidad en el campo de la producción y del consumo. Los
recursos son cuantitativamente escasos en la naturaleza, lo que implica,
necesariamente, que el sujeto económico particular, así como la sociedad,
tengan que inventar alguna estrategia para emplearlos del modo más racional posible,
siguiendo una lógica dictada por el principio
de economicidad.
a) El papel del libre mercado.
347. El libre mercado es una institución socialmente importante por su
capacidad de garantizar resultados eficientes en la producción de bienes y
servicios. Históricamente, el mercado ha dado
prueba de saber iniciar y sostener, a largo plazo, el desarrollo económico.
Existen buenas razones para retener que, en muchas circunstancias, « el libre mercado sea el instrumento más
eficaz para colocar los recursos y responder eficazmente a las necesidades. Un mercado verdaderamente competitivo es un
instrumento eficaz para conseguir importantes objetivos de justicia:
moderar los excesos de ganancia de las empresas; responder a las exigencias de
los consumidores; realizar una mejor utilización y ahorro de los recursos;
premiar los esfuerzos empresariales y la habilidad de innovación; hacer
circular la información, de modo que realmente se puedan comparar y adquirir
los productos en un contexto de sana competencia.
348. El libre mercado no puede juzgarse prescindiendo de los fines que
persigue y de los valores que transmite a nivel social. El mercado, en efecto, no puede encontrar en sí mismo el principio de la
propia legitimación. Pertenece a la conciencia individual y a la responsabilidad
pública establecer una justa relación entre medios y fines.
349. La doctrina social de la Iglesia, aun reconociendo al mercado la
función de instrumento insustituible de regulación dentro del sistema
económico, pone en evidencia la necesidad de sujetarlo a finalidades morales
que aseguren y, al mismo tiempo, circunscriban adecuadamente el espacio de su
autonomía. La idea que se pueda confiar sólo
al mercado el suministro de todas las categorías de bienes no puede
compartirse, porque se basa en una visión reductiva de la persona y de la
sociedad.
350. El mercado asume una función social relevante en las sociedades
contemporáneas, por lo cual es importante identificar sus mejores
potencialidades y crear condiciones que permitan su concreto desarrollo. Los agentes deben ser efectivamente libres para comparar, evaluar y elegir
entre las diversas opciones. Sin embargo la libertad, en ámbito económico, debe
estar regulada por un apropiado marco jurídico, capaz de ponerla al servicio de
la libertad humana integral.
b) La acción del Estado.
351. La acción del Estado y de los demás poderes públicos debe conformarse
al principio de subsidiaridad y crear situaciones favorables al libre ejercicio
de la actividad económica; debe también inspirarse en el principio de
solidaridad y establecer los límites a la autonomía de las partes para defender
a la más débil. La solidaridad sin subsidiaridad puede
degenerar fácilmente en asistencialismo, mientras que la subsidiaridad sin
solidaridad corre el peligro de alimentar formas de localismo egoísta. Para
respetar estos dos principios fundamentales, la intervención del Estado en
ámbito económico no debe ser ni ilimitada, ni insuficiente, sino proporcionada
a las exigencias reales de la sociedad.
El Estado tiene, además, el derecho a intervenir, cuando situaciones
particulares de monopolio creen rémoras u obstáculos al desarrollo. Pero,
aparte de estas incumbencias de armonización y dirección del desarrollo, el
Estado puede ejercer funciones de
suplencia en situaciones excepcionales.
352. La tarea fundamental del Estado en ámbito económico es definir un marco
jurídico apto para regular las relaciones económicas, con el fin de « salvaguardar... las condiciones fundamentales de una
economía libre, que presupone una cierta igualdad entre las partes, no sea que
una de ellas supere talmente en poder a la otra que la pueda reducir
prácticamente a esclavitud.
Para llevar a cabo su tarea, el Estado debe elaborar una oportuna
legislación, pero también dirigir con circunspección las políticas económicas y
sociales, sin ocasionar un menoscabo en las diversas actividades de mercado, cuyo
desarrollo debe permanecer libre de superestructuras y constricciones
autoriarias o, peor aún, totalitarias.
353. Es necesario que mercado y Estado actúen concertadamente y sean
complementarios. El libre mercado puede proporcionar efectos benéficos a la
colectividad solamente en presencia de una organización del Estado que defina y
oriente la dirección del desarrollo económico, que haga respetar reglas justas y transparentes, que intervenga también directamente,
durante el tiempo estrictamente necesario, en los casos en que el mercado no alcanza
a obtener los resultados de eficiencia deseados y cuando se trata de poner por
obra el principio redistributivo.
354. El Estado puede instar a los ciudadanos y a las empresas para que
promuevan el bien común, disponiendo y practicando una política económica que
favorezca la participación de todos sus ciudadanos en las actividades
productivas. El respeto del principio de subsidiaridad
debe impulsar a las autoridades públicas a buscar las condiciones favorables al
desarrollo de las capacidades de iniciativa individuales, de la autonomía y de
la responsabilidad personales de los ciudadanos, absteniéndose de cualquier
intervención que pueda constituir un condicionamiento indebido de las fuerzas
empresariales.
En orden al bien común, proponerse con una
constante determinación el objetivo del justo equilibrio entre la libertad
privada y la acción pública, entendida como intervención directa en la economía
o como actividad de apoyo al desarrollo económico.
355. Los ingresos fiscales y el gasto público asumen una importancia
económica crucial para la comunidad civil y política: el objetivo hacia el cual
se debe tender es lograr una finanza pública capaz de ser instrumento de
desarrollo y de solidaridad.
La finanza pública se orienta al bien común
cuando se atiene a algunos principios fundamentales: el pago de impuestos como
especificación del deber de solidaridad; racionalidad y equidad en la
imposición de los tributos; rigor e integridad en la administración y en
el destino de los recursos públicos.
c) La función de los cuerpos
intermedios
356. El sistema económico-social debe caracterizarse por la presencia
conjunta de la acción pública y privada, incluida la acción privada sin fines
de lucro. Se configura así una pluralidad de centros de decisión y de lógicas
de acción. Existen algunas categorías de bienes,
colectivos y de uso común, cuya utilización no puede depender de los mecanismos
del mercado y que tampoco es de competencia exclusiva del Estado.
357. Las organizaciones privadas sin fines de lucro tienen su espacio
específico en el ámbito económico. Estas organizaciones se caracterizan por el
valeroso intento de conjugar armónicamente eficiencia productiva y solidaridad.
Normalmente, se constituyen en base a un pacto
asociativo y son expresión de la tensión hacia un ideal común de los sujetos
que libremente deciden su adhesión.
d) Ahorro y consumo.
358. Los consumidores, que en muchos casos disponen de amplios márgenes de
poder adquisitivo, muy superiores al umbral de subsistencia, pueden influir
notablemente en la realidad económica con su libre elección entre consumo y
ahorro. En efecto, la posibilidad de influir
sobre las opciones del sistema económico está en manos de quien debe decidir sobre
el destino de los propios recursos financieros.
359. La utilización del propio poder adquisitivo debe ejercitarse en el
contexto de las exigencias morales de la justicia y de la solidaridad, y de
responsabilidades sociales precisas: no se debe
olvidar « el deber de la caridad, esto es, el deber de ayudar con lo propio “superfluo”
y, a veces, incluso con lo propio “necesario”, para dar al pobre lo
indispensable para vivir.
360. El fenómeno del consumismo produce una orientación persistente hacia el
« tener » en vez de hacia el « ser ». El consumismo
impide « distinguir correctamente las nuevas y más elevadas formas de
satisfacción de las nuevas necesidades humanas, que son un obstáculo para la
formación de una personalidad madura ». Para contrastar este fenómeno es necesario
esforzarse por construir « estilos de vida, a tenor de los cuales la búsqueda
de la verdad, de la belleza y del bien, así como la comunión con los demás
hombres para un crecimiento común sean los elementos que determinen las
opciones del consumo, de los ahorros y de las inversiones.