LA PERSONA HUMANA
Y SUS MÚLTIPLES DIMENSIONES.
124. Iluminada por el
admirable mensaje bíblico, la doctrina social de la Iglesia se detiene, ante
todo, en los aspectos principales e inseparables de la persona humana para
captar las facetas más importantes de su misterio y de su dignidad.
Estas concepciones tienen en común el hecho de
ofuscar la imagen del hombre acentuando sólo alguna de sus características, con
perjuicio de todas las demás.
125. La persona no debe ser
considerada únicamente como individualidad absoluta, edificada por sí misma y
sobre sí misma, como si sus características propias no dependieran más que de sí misma.
Tampoco debe ser considerada como mera célula de un organismo dispuesto a
reconocerle, a lo sumo, un papel funcional dentro de un sistema.
Se ha preocupado por anunciar que los hombres no se
nos muestran desligados entre sí, como granos de arena, sino más bien unidos
entre sí en un conjunto orgánicamente ordenado, con relaciones variadas según
la diversidad de los tiempos.
126. La fe cristiana, que
invita a buscar en todas partes cuanto haya de bueno y digno del hombre, es muy
superior a estas ideologías y queda situada a veces en posición totalmente
contraria a ellas.
La doctrina social se hace cargo de las diferentes
dimensiones del misterio del hombre, que
exige ser considerado « en la plena verdad de su existencia, de su ser personal
y a la vez de su ser comunitario y social.
A)
LA UNIDAD DE LA PERSONA
127. El hombre ha
sido creado por Dios como unidad de alma y cuerpo: El alma espiritual e inmortal es el principio de unidad del ser
humano, es aquello por lo cual éste existe como un todo —“corpore et anima unus”— en cuanto
persona.
La persona —incluido el cuerpo— está confiada enteramente
a sí misma, y es en la unidad de alma y cuerpo donde ella es el sujeto de sus propios
actos morales.
128. Mediante su corporeidad, el hombre unifica en sí
mismo los elementos del mundo material, el
cual alcanza por medio del hombre su más alta cima y alza la voz para la libre alabanza
del Creador. Esta dimensión le permite al hombre su inserción en el mundo material,
lugar de su realización y de su libertad, no como en una prisión o en un
exilio. El hombre, al contrario, « debe tener por bueno y honrar a su propio
cuerpo, como criatura de Dios que ha de resucitar en el último día.
Por su espiritualidad el
hombre supera a la totalidad de las cosas y penetra en la estructura más
profunda de la realidad.
129. El hombre, por tanto, tiene dos características
diversas: es un ser material, vinculado a este mundo mediante su cuerpo, y un
ser espiritual, abierto a la trascendencia y
al descubrimiento de « una verdad más profunda », a causa de su inteligencia,
que lo hace participante de la luz de la inteligencia divina. La Iglesia
afirma: « La unidad del alma y del cuerpo es tan profunda que se debe
considerar al alma como la “forma” del cuerpo, es decir, gracias al alma espiritual,
la materia que integra el cuerpo es un cuerpo humano y viviente; en el hombre,
el espíritu y la materia no son dos naturalezas unidas, sino que su unión
constituye una única naturaleza ».
B)
APERTURA A LA TRASCENDENCIA Y UNICIDAD DE LA PERSONA.
a)
Abierta a la trascendencia.
130. A la persona
humana pertenece la apertura a la trascendencia: el hombre está abierto al
infinito y a todos los seres creados. Está abierto sobre todo al
infinito, es decir a Dios, porque con su inteligencia y su voluntad se eleva
por encima de todo lo creado y de sí mismo, se hace independiente de las criaturas,
es libre frente a todas las cosas creadas y se dirige hacia la verdad y el bien
absolutos.
La persona está abierta
a la totalidad del ser, al horizonte ilimitado del ser.
El alma humana es en un cierto sentido, por su
dimensión cognoscitiva, todas las cosas: todas las cosas inmateriales gozan de
una cierta infinidad, en cuanto abrazan todo, o porque se trata de la esencia
de una realidad espiritual que funge de modelo y semejanza de todo, como es en el
caso de Dios.
b)
Única e irrepetible
131. El hombre
existe como ser único e irrepetible, existe como un « yo », capaz de autocomprenderse,
autoposeerse y autodeterminarse. La persona humana es un ser inteligente y consciente, capaz de
reflexionar sobre sí mismo y, por tanto, de tener conciencia de sí y de sus
propios actos.
Es la persona quien está en la base de los actos de
inteligencia, de conciencia y de libertad. La persona humana debe ser
comprendida siempre en su irrepetible e insuprimible singularidad. En
efecto, el hombre existe ante todo como subjetividad, como centro de conciencia
y de libertad, cuya historia única y distinta de las demás expresa
su irreductibilidad ante cualquier intento de circunscribirlo a esquemas de
pensamiento o sistemas de poder, ideológicos o no.
c)
El respeto de la dignidad humana.
132. Una sociedad
justa puede ser realizada solamente en el respeto de la dignidad trascendente
de la persona humana. Ésta representa el fin último de la
sociedad, que está a ella ordenada: « El orden social, pues, y su
progresivo desarrollo deben en todo momento subordinarse al bien de la persona,
ya que el orden real debe someterse al orden personal, y no al contrario.
Es preciso que todos los programas sociales,
científicos y culturales, estén presididos por la conciencia del primado de cada
ser humano.
133. En ningún caso la
persona humana puede ser instrumentalizada para fines ajenos a su mismo
desarrollo, que puede realizar plena y definitivamente sólo en Dios y en su
proyecto salvífico: el hombre, en efecto, en su interioridad, trasciende
el universo y es la única criatura que Dios ha amado por sí misma.
La persona no puede estar finalizada a proyectos de
carácter económico, social o político, impuestos
por autoridad alguna, ni siquiera en nombre del presunto progreso de la comunidad
civil en su conjunto o de otras personas, en el presente o en el futuro.
134. Los auténticos cambios sociales son efectivos y
duraderos solo si están fundados sobre un cambio decidido de la conducta
personal.
A las personas compete, evidentemente, el
desarrollo de las actitudes morales, fundamentales en toda convivencia
verdaderamente humana, que de ninguna manera se puede esperar de otros o
delegar en las instituciones.
1. ¿Qué es la Persona Humana según el Compendio de la
DSI?
La persona no debe ser
considerada únicamente como individualidad absoluta, edificada por sí misma y
sobre sí misma, como si sus características propias no dependieran más que de sí misma.
La persona humana ha sido creada por Dios, amada y
salvada en Jesucristo, y se realiza entretejiendo múltiples relaciones de amor,
de justicia y de solidaridad con las demás personas, mientras va desarrollando
su multiforme actividad en el mundo.
El mensaje fundamental
de la Sagrada Escritura anuncia que la persona humana es criatura de Dios y especifica el elemento que la
caracteriza y la distingue en su ser a imagen de Dios: Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a
imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó. Dios coloca la criatura
humana en el centro y en la cumbre de la creación.
- ¿Por qué la persona
humana es Única e irrepetible?
Único e irrepetible en
su individualidad, todo hombre es un ser abierto a la relación con los demás en
la sociedad. El con-vivir en la
red de nexos que aúna entre sí individuos, familias y grupos intermedios, en
relaciones de encuentro, de comunicación y de intercambio, asegura una mejor
calidad de vida. El hombre existe como
ser único e irrepetible, existe como un « yo », capaz de autocomprenderse,
autoposeerse y autodeterminarse.
En efecto, el hombre existe ante todo como subjetividad, como centro de conciencia y
de libertad, cuya historia única y
distinta de las demás expresa su irreductibilidad ante cualquier intento de
circunscribirlo a esquemas de pensamiento o sistemas de poder, ideológicos o no.
- En que consiste la unidad
de la persona humana?
El hombre ha sido creado
por Dios como unidad de alma y cuerpo: El alma espiritual e inmortal es el
principio de unidad del ser humano, es aquello por lo cual éste existe como un
todo —corpore et anima unus— en cuanto persona.
La persona, incluido el
cuerpo está confiada enteramente a sí misma, y es en la unidad de alma y cuerpo
donde ella es el sujeto de sus propios actos morales.
Mediante su corporeidad,
el hombre unifica en sí mismo los elementos del mundo material, « el cual alcanza por medio del hombre su más
alta cima y alza la voz para la libre alabanza del Creado.
- Explique como la persona
se mantiene en una continua apertura.
A la persona humana
pertenece la apertura a la trascendencia: el hombre
está abierto al infinito y a todos los seres creados. Está abierto sobre
todo al infinito, es decir a Dios, porque con su inteligencia y su voluntad se
eleva por encima de todo lo creado y de sí mismo, se hace independiente de las
criaturas, es libre frente a todas las cosas creadas y se dirige hacia la
verdad y el bien absolutos.
La persona está abierta
a la totalidad del ser, al horizonte ilimitado del ser. Tiene en sí la capacidad de trascender los objetos particulares que
conoce, gracias a su apertura al ser sin fronteras.
La libertad está
misteriosamente inclinada a traicionar la apertura a la verdad y al bien humano
y con demasiada frecuencia prefiere el mal y la cerrazón egoísta, elevándose a
divinidad creadora del bien y del mal.
La apertura a la Trascendencia y a los demás es el
rasgo que la caracteriza y la distingue: sólo en relación con la Trascendencia
y con los demás, la persona humana alcanza su plena y completa realización.
- ¿Qué es la dignidad
humana?
La dignidad de la persona es una perfección
intrínseca y constitutiva: depende de la existencia y características
esenciales de su ser, no de la posesión o capacidad de ejercitar determinadas
cualidades.
Ésta representa el fin
último de la sociedad, que está a ella ordenada: « El orden social, pues, y su progresivo desarrollo deben en todo
momento subordinarse al bien de la persona, ya que el orden real debe someterse
al orden personal, y no al contrario.
La dignidad humana requiere, por tanto, que el
hombre actúe según su conciencia y libre elección, es decir, movido e inducido
por convicción interna personal y no bajo la presión de un ciego impulso
interior o de la mera coacción externa.
Expliqué en que consiste
el respeto de la dignidad de todas las personas
El respeto de la dignidad humana no puede
absolutamente prescindir de la obediencia al principio de « considerar al
prójimo como otro yo, cuidando en primer lugar de su vida y de los medios
necesarios para vivirla dignamente ». Es preciso que todos los programas
sociales, científicos y culturales, estén presididos por la conciencia del
primado de cada ser humano.
En ningún caso la
persona humana puede ser instrumentalizada para fines ajenos a su mismo
desarrollo, que
puede realizar plena y definitivamente sólo en Dios y en su proyecto salvífico:
el hombre, en efecto, en su interioridad, trasciende el universo y es la única
criatura que Dios ha amado por sí misma.
Hombre.
44.
También la relación con el universo creado y
las diversas actividades que el hombre dedica a su cuidado y transformación,
diariamente amenazadas por la soberbia y el amor desordenado de sí mismo, deben
ser purificadas y perfeccionadas por la cruz y la resurrección de Cristo. « El hombre,
redimido por Cristo y hecho, en el Espíritu Santo, nueva criatura, puede y debe
amar las cosas creadas por Dios.
45. Jesucristo es el
Hijo de Dios hecho hombre en el cual y gracias al cual el mundo y el hombre
alcanzan su auténtica y plena verdad. El misterio de la infinita cercanía de
Dios al hombre realizado en la Encarnación de Jesucristo, que llega hasta el abandono
de la cruz y la muerte muestra que lo humano cuanto más se contempla a la luz del designio de Dios y se vive en
comunión con Él, tanto más se potencia y libera en su identidad y en la misma
libertad que le es propia.
46. No existe conflictividad entre Dios y el hombre, sino una relación de
amor en la que el mundo y los frutos de la acción del hombre en el mundo son
objeto de un don recíproco entre el Padre y los hijos, y de los hijos entre sí,
en Cristo Jesús: en Él, y gracias a Él, el mundo y el hombre alcanzan su
significado auténtico y originario. Al
conformarse con Cristo Redentor, el hombre se percibe como criatura querida por
Dios y eternamente elegida por Él, llamada a la gracia y a la gloria, en toda
la plenitud del misterio del que se ha vuelto partícipe en Jesucristo.
Dignidad.
144.
« Dios no hace acepción de personas »porque
todos los hombres tienen la misma dignidad de criaturas a su imagen y semejanza. La
Encarnación del Hijo de Dios manifiesta la igualdad de todas las personas en
cuanto a dignidad.
148. Las personas
minusválidas son sujetos plenamente humanos, titulares de derechos y deberes: « A pesar
de las limitaciones y los sufrimientos grabados en sus cuerpos y en sus
facultades, ponen más de relieve la dignidad y grandeza del hombre.
553. La promoción de
la dignidad humana implica, ante todo, la afirmación del inviolable derecho a
la vida, desde la concepción hasta la muerte natural, el primero entre todos
y condición para todos los demás derechos de la persona.
Mujer.
112. El hombre y la
mujer están en relación con los demás ante todo como custodios de sus vidas: « a todos y
a cada uno reclamaré el alma humana », confirma Dios a Noé después del diluvio.
113. Con esta particular vocación a la vida, el hombre y la mujer se
encuentran también frente a todas las demás criaturas. Ellos pueden y deben
someterlas a su servicio y gozar de ellas, pero su dominio sobre el mundo
requiere el ejercicio de la responsabilidad, no es una libertad de explotación
arbitraria y egoísta.
Igualdad.
144. Ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre
ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Puesto que en el rostro de cada hombre
resplandece algo de la gloria de Dios, la dignidad de todo hombre ante Dios es
el fundamento de la dignidad del hombre ante los demás hombres.
146.
« Masculino » y « femenino » diferencian a
dos individuos de igual dignidad, que, sin embargo, no poseen una igualdad
estática, porque lo específico femenino es diverso de lo específico masculino.
Esta diversidad en la igualdad es enriquecedora e indispensable para una
armoniosa convivencia humana.
164. De la dignidad,
unidad e igualdad de todas las personas deriva, en primer lugar, el principio
del bien común, al que debe referirse todo aspecto de la vida social para
encontrar plenitud de sentido.
Persona humana.
48.
La persona humana no puede y no debe ser
instrumentalizada por las estructuras sociales, económicas y políticas, porque todo hombre posee la libertad de
orientarse hacia su fin último. Por
otra parte, toda realización cultural, social, económica y política, en la que
se actúa históricamente la sociabilidad de la persona y su actividad
transformadora del universo, debe considerarse siempre en su aspecto de
realidad relativa y provisional, porque « la apariencia de este mundo
pasa ». Se trata de una relatividad
escatológica, en el sentido de que el hombre y el mundo se dirigen hacia
una meta, que es el cumplimiento de su destino en Dios; y de una relatividad teológica, en cuanto el
don de Dios, a través del cual se cumplirá el destino definitivo de la
humanidad y de la creación, supera infinitamente las posibilidades y las
aspiraciones del hombre.
77. Afirmar que la doctrina
social debe encuadrarse en la teología más que en la filosofía, no significa
ignorar o subestimar la función y el aporte filosófico. La filosofía, en efecto,
es un instrumento idóneo e indispensable para una correcta comprensión de los
conceptos básicos de la doctrina social como la persona, la
sociedad, la libertad, la conciencia, la ética, el derecho, la justicia, el
bien común, la solidaridad, la subsidiaridad, el Estado, una comprensión tal
que inspire una convivencia social armónica. Además, la filosofía hace resaltar
la plausibilidad
racional
de la luz que el Evangelio proyecta sobre la sociedad y solicita la apertura y
el asentimiento a la verdad de toda inteligencia y conciencia.
108. El mensaje
fundamental de la Sagrada Escritura anuncia que la persona humana es criatura
de Dios y especifica el elemento que la caracteriza y la distingue en su ser a
imagen de Dios: « Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó.
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