a)
Significado
y valor.
192.La solidaridad confiere
particular relieve a la intrínseca sociabilidad de la persona humana, a la
igualdad de todos en dignidad y derechos, al camino común de los hombres y de
los pueblos hacia una unidad cada vez más convencida.
Nunca como hoy ha existido una conciencia tan difundida del vínculo de
interdependencia entre los hombres y entre los pueblos, que se manifiesta a
todos los niveles. La vertiginosa multiplicación de las vías y de los medios de
comunicación « en tiempo real », como las telecomunicaciones, los
extraordinarios progresos de la informática, el aumento de los intercambios
comerciales y de las informaciones son testimonio de que por primera vez desde
el inicio de la historia de la humanidad ahora es posible, al menos
técnicamente, establecer relaciones aun entre personas lejanas o desconocidas.
Junto al fenómeno de la interdependencia y
de su constante dilatación, persisten, por otra parte, en todo el mundo,
fortísimas desigualdades entre países desarrollados y países en vías de
desarrollo, alimentadas también por
diversas formas de explotación, de opresión y de corrupción, que influyen
negativamente en la vida interna e internacional de muchos Estados.
b) La solidaridad como principio social y como virtud
moral.
193. Las nuevas relaciones de
interdependencia entre hombres y pueblos, que son, de hecho, formas de
solidaridad, deben transformarse en relaciones que tiendan hacia una verdadera
y propia solidaridad ético-social,
que es la exigencia moral ínsita en todas las relaciones humanas. La
solidaridad se presenta, bajo dos aspectos complementarios:
2. Virtud
moral.
La solidaridad debe captarse, ante todo, en
su valor de principio social ordenador de las instituciones, según el cual las « estructuras de
pecado »,que dominan las relaciones entre las personas y los pueblos, deben
ser superadas y transformadas en estructuras de solidaridad, mediante la
creación o la oportuna modificación de leyes, reglas de mercado, ordenamientos.
La solidaridad es una verdadera y propia virtud moral, no « un sentimiento superficial por los
males de tantas personas, cercanas o lejanas. Al contrario, es la determinación
firme y perseverante de empeñarse por el bien común; por el bien de
todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos
».La solidaridad se eleva al rango de virtud social fundamental, ya
que se coloca en la dimensión de la justicia, virtud orientada por excelencia
al bien común, y en « la entrega por el bien del prójimo, que está
dispuesto a "perderse", en sentido evangélico, por el otro en lugar
de explotarlo, y a "servirlo" en lugar de oprimirlo para el propio
provecho.
c) Solidaridad y crecimiento común de los hombres.
194. El mensaje de la doctrina social acerca de la
solidaridad pone en evidencia el hecho de que existen vínculos estrechos entre
solidaridad y bien común, solidaridad y destino universal de los bienes,
solidaridad e igualdad entre los hombres y los pueblos, solidaridad y paz en el
mundo. El término « solidaridad », ampliamente
empleado por el Magisterio,expresa en síntesis la exigencia de reconocer en el
conjunto de los vínculos que unen a los hombres y a los grupos sociales entre
sí, el espacio ofrecido a la libertad humana para ocuparse del crecimiento
común, compartido por todos.
d) La solidaridad en
la vida y en el mensaje de Jesucristo.
196. La cumbre insuperable
de la perspectiva indicada es la vida de Jesús de Nazaret, el Hombre nuevo,
solidario con la humanidad hasta la « muerte de cruz »: en Él es posible
reconocer el signo viviente del amor inconmensurable y trascendente del Dios
con nosotros, que se hace cargo de las enfermedades de su pueblo, camina
con él, lo salva y lo constituye en la unidad.En Él, y gracias a Él, también la
vida social puede ser nuevamente descubierta, aun con todas sus contradicciones
y ambigüedades, como lugar de vida y de esperanza, en cuanto signo de una
Gracia que continuamente se ofrece a todos y que invita a las formas más elevadas y comprometedoras de comunicación
de bienes.
Jesús de Nazaret hace resplandecer ante los ojos de todos
los hombres el nexo entre solidaridad y caridad, iluminando todo su significado.
Entonces el prójimo no es solamente un
ser humano con sus derechos y su igualdad fundamental con todos, sino que se
convierte en la imagen viva de Dios Padre, rescatada por la sangre de
Jesucristo y puesta bajo la acción permanente del Espíritu Santo. Por tanto,
debe ser amado, aunque sea enemigo, con el mismo amor con que le ama el Señor,
y por él se debe estar dispuesto al sacrificio, incluso extremo: “dar la vida
por los hermanos”.
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